Javier tomaba su primera comunión aquél día, como él era un chico muy responsable para su edad, y bastante convincente, sus decisiones las tenía muy claras. Desde muy pequeño siempre tuve la sensación de hablar con un persona mayor.
Su fiesta no podía ser como las demás, teníamos que preparar algo más especial, algo elegante, ligero, sin carteles, ni banderolas.
Utilizamos colores azules, morados y blancos, junto a hojas verdes, sus colores favoritos.
Ramas que caían por las paredes de una forma ligera, envolvían el lugar donde los comensales pasarían la mayor parte del tiempo, nuestro interés por hacer algo sutil fue un acierto.
Un gran aparador del restaurante que utlizamos para hacer un bonito bodegón floral con distintos envases y alturas, siempre combinando los colores morados.
Fue elegida una mesa alargada para que todos los comensales pudieran estar juntos y pudieran hablar entre ellos. La decoración de la mesa siguiendo la misma línea de colores, unos coquetos botes con flores a lo largo de la mesa, y una jaula y farol para la parte central.
Sin duda, a veces menos es más, nuestro reto fue decorar un espacio pequeño, sin sobrecargar, sin hacerlo excesivamente festivo. Y creo que lo conseguimos, cuando supimos que los invitados lo calificaron con muy buena nota.
A Javier le gustó, pero no era su mayor preocupación, realmente, Javier estaba mucho más interesado en recibir esos maravillosos regalos que aguardaban su llegada.
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