Bajo una noche de lluvia de estrellas, las perséridas caían resplandeciendo en el inmenso telón oscuro de la noche.
El evento se estaba celebrando en una pequeña casa rural, dadas las circunstancias que se estaba viviendo, los invitados habían sido seleccionados rigurosamente. Y aunque eran pocos, estaban todos los que tenían que estar.
Una mirada tranquila, era suficiente para saber que casarse bajo el rito de la unión de las manos era lo que más deseaban.
Durante estos meses pasados, sin poder verse, sin poder abrazarse, o algo tan simple como cogerse de la manos, más que un deseo, se había convertido en una necesidad, sentir el tacto de su piel, era vital.
Noches de verano que acontecen momentos inolvidables, cenas románticas que hacen vivir maravillosos idilios. Escenarios de película, donde una historia empieza a escribirse…
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